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La oportunidad que encontró en Corea

Una historia de emprendimiento

René Lankenau y José Perales

Era verano de 2015. José Vargas estaba de viaje en Corea del Sur, uno de los destinos que visitaría durante su estancia de verano como parte del Programa de Liderazgo Empresarial Internacional, o PLEI, del Tec de Monterrey.

A José y sus compañeros del PLEI se les metió la idea de ir a jugar golf en ese país. Preguntaron en el hotel si había un campo cercano en donde hacerlo. Imposible, les respondieron, pero podían ver si había espacio en algún ‘golf café’: un lugar muy pequeño, con varios salones, donde los usuarios podían ir a jugar ese deporte en un simulador frente a una pantalla. Fueron a uno, pero estaba lleno. A otro; también lleno. Fue hasta el tercero donde encontraron lugar.

Los estudiantes mexicanos estaban impresionados. El nivel de tecnología del simulador en el ‘golf café’ les pareció fuera de serie: los gráficos eran excepcionales, la sincronización entre el golpe a la pelota y lo que se veía en la pantalla era exacta, y el swing plate se movía, logrando que toda la experiencia fuera verdaderamente inmersiva. José y sus amigos descubrieron entonces la popularidad del formato como tal: no solo estaban completamente llenos todos los negocios de ‘golf café’ que se encontraron, sino que incluso había torneos virtuales que se transmitían por televisión.

Al día siguiente, José buscó en Google algún mail de contacto para la empresa cuyo nombre aparecía en los equipos. Les pidió una cita.

Golfzon, la empresa detrás de los equipos que había probado en el ‘golf café’, tenía una posición dominante en Corea. Su prioridad era crecer hacia sus vecinos en Asia. Aún así, algún representante de la compañía accedió a la solicitud de cita de José, quien un día antes de viajar de regreso a México, fue a la visita.

En Golfzon, lo vieron con cierta curiosidad. Aunque México no figuraba entre sus planes, el entusiasmo del estudiante les llamó la atención, y le pidieron que les preparara un business plan. José se puso a trabajar en el vuelo de regreso y, unos días más tarde, lo envió a Golfzon.

Un mes después, ya era el representante de la marca en México. Tenía en ese momento 22 años, y todavía no se graduaba.


El plan original era comercializar los simuladores de golf en México. José y su papá, con quien se asoció para traer la marca al país, creían que los equipos serían interesantes para hoteles, cadenas especializadas de retail, clubes deportivos, etc. Pero, ¿cómo demostrar la calidad de la experiencia?

Necesitaban un showroom.

Así nació, a finales de 2016, la primera sucursal del negocio que nombraron Mulligan’s. Más que ser un local comercial, el plan era utilizar el espacio solamente para recibir a clientes interesados en adquirir el equipo. Esta idea fue evolucionando a medida en que avanzaba el diseño del concepto, pues comenzaban a surgir posibilidades. ¿Qué tal si servía también para quien quisiera aprender a jugar golf? ¿Y si había quienes quisieran jugar 18 hoyos después de la oficina? ¿Y si llegaban en grupos de amigos? ¿Y si les ofrecían alcohol y comida de bar, como hamburguesas y papas fritas?

Aquella primera sucursal terminaría convirtiéndose en una mezcla de espacio de entretenimiento con un modelo de club de golf, pero adentro de un centro comercial. Seis años después, presume José, esa sucursal de Mulligan’s tiene 1,300 miembros; cada uno paga, en promedio, $3 mil 500 pesos mensuales.

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