René Lankenau
Hoy suena increíblemente rudimentario, pero en aquellos años, esto era la práctica ‘normal’: los reporteros en CDMX asistían a un evento y tomaban las fotos, de ahí corrían a revelar el rollo, e inmediatamente después al aeropuerto. Buscaban algún pasajero que fuera a viajar a Monterrey, y le pedían que les hiciera el favor de llevar un sobre con los negativos. Aterrizando en Monterrey, se encontrarían con un mensajero a quien entregarle el sobre — normalmente con una edición de El Norte en la mano, para que lo reconocieran — quien tendría entonces que apresurarse a las oficinas del periódico para alcanzar a usar las fotos en la edición del día siguiente.
Evidentemente, no era extraño que las fotos se perdieran en el camino. Había otro problema: si las fotos se tomaban en CDMX después de las 6 de la tarde, era imposible pensar que aparecerían en la edición de El Norte del día siguiente. Simplemente no había suficiente tiempo.
A principios de los 80s, El Norte — y cualquier otro periódico que no estuviera en CDMX — enfrentaba este tipo de dificultades.
Alejandro Junco De la Vega había tomado el control de Editora El Sol, junto con su hermano Rodolfo, en 1973. Tenían dos periódicos en Monterrey — El Norte y El Sol — y aunque habían mejorado la situación financiera de la empresa, diez años después seguían en segundo lugar. El Porvenir era el periódico de mayor circulación (e influencia) en la capital de Nuevo León.
Junco De la Vega estaba convencido que su producto no era el periódico. Su producto era el contenido, y el periódico — el papel — era solamente una forma de distribuirlo. Hoy suena lógico, pero hace 40 años era una postura revolucionaria. Además, él veía en los avances tecnológicos la posibilidad de desarrollar un producto diferente, de mayor calidad y que sus lectores valorarían.
A su nuevo equipo de informática/tecnología le lanzó el reto: ¿qué podemos hacer para mejorar esta situación de las fotos? Evidentemente, estamos hablando antes de la existencia de internet.
En esas épocas, el gobierno mexicano había lanzado al espacio un primer satélite: Morelos 1. Era un satélite diseñado para transmitir televisión a nivel nacional. El equipo de El Norte fue entonces a una reunión a la empresa de telecomunicaciones del gobierno. “Tenemos algo que queremos transmitir a Monterrey, y queremos saber si el satélite sirve para eso”.
Los ingenieros lo investigan, y llegan a la conclusión que sí. Que sí se pueden transmitir datos digitales. Habría que escanear los negativos usando un dispositivo japonés, que generaba un archivo digital, y ese se mandaba al satélite por medio de una antena parabólica. Las fotos subían 32 mil kilómetros y con otra antena, en Monterrey, se descargaba la información — 64 mil kilómetros de viaje redondo.
Funcionó. El Norte ya no dependería de favores de parte de pasajeros viajando a Monterrey, y más importante, podía publicar en la edición del día siguiente fotografías que ningún otro periódico tenía.
Para 1988, El Norte ya había destronado a El Porvenir. No solamente era gracias a las fotos, claro, sino una serie de innovaciones — generalmente relacionadas con la adopción de nuevas tecnologías — que habrían contribuido para desarrollar un mejor producto. Otros dos ejemplos: mejores prensas para aumentar la calidad de la impresión (el periódico ya no manchaba), y la creación de Infodex, una hemeroteca en la que los reporteros pudieran fácilmente consultar lo que se había publicado antes (con lo que se enriquecía el contenido).
Entonces Junco De la Vega ideó un nuevo concepto. Si típicamente los periódicos publicaban información más bien general (muchos temas, poca profundidad), ¿como se vería un servicio de información selectiva (menos temas, mucha profundidad)?
Había un tema en específico que le interesaba mucho. En el México de finales de los 80s, no existía la posibilidad de saber cómo estaban los instrumentos y los mercados financieros en el momento. Te enterabas cómo estaba el dólar al día siguiente. Cómo estaban las acciones de Grupo Alfa o de Bimbo, al día siguiente. Salvo que trabajaras en la Bolsa Mexicana de Valores, no había manera de saberlo. Por lo general, ni en las casas de bolsa estaba disponible esta información — hasta el día siguiente.
En EUA, una pequeña empresa llamada Bloomberg estaba vendiendo unas terminales que, conectadas por medio de una red privada, ofrecían a inversionistas y traders información en tiempo real. ¿Funcionaría algo así en México?
Fueron a hablar con la BMV. En un país tan cerrado, no había mucho interés en darle acceso a un periódico de Monterrey — de provincia — a esta información. Pero Junco De la Vega no se rendía. De acuerdo con la leyenda, habló con Salinas de Gortari, quien quería ser un presidente modernizador. “El que nuestro mercado no esté abierto no solamente no ayuda a los mercados, sino que también contradice tu discurso y tus objetivos”. Algo así le habría alegado. En todo caso, consiguieron el acceso.
Bautizaron la nueva empresa como Infosel (de información selectiva), y tras conectarse con la BMV, tenían ya la información financiera en tiempo real (al igual que en las fotos, mandando la info de CDMX a Monterrey usando el satélite Morelos 1). Pero ahora, ¿cómo hacérsela llegar a los clientes? Crear una red privada, como lo hacía Bloomberg en Nueva York, no era opción.
En una feria de tecnología en Las Vegas, el equipo descubrió una pequeña empresa que estaba desarrollando la posibilidad de transmitir información analógica por medio de la frecuencia de radio.
Por meses, trabajaron con la empresa de EUA hasta encontrar la forma de hacerlo realidad. Terminaron por diseñar una especie de modem que “bajaba” la señal de radio, con una antena, y luego convertía lo analógico a digital. Hicieron también un programa en Windows para desplegar la información.
A finales de los 80s, comenzaron a ofrecer este servicio. El cliente prendía la computadora, prendía el receptor, abría el programa y empezaba a aparecer en tiempo real la información de la bolsa mexicana y las noticias.
Era brujería. Magia.
Una breve nota en El Norte, de noviembre de 1989, hablaba ya de este servicio. “En México ya está disponible un servicio similar, que en tecnología es equivalente a estos servicios americanos, pero con la diferencia de contar con información importante para México. Denominado Infosel y desarrollado por una empresa regiomontana, cuenta ya con una gran base instalada”.
Explotaron las ventas. Para las empresas públicas y quienes trabajan en el segmento financiero, no era opción no tenerlo. Casas de bolsa, departamentos de tesorería, inversionistas individuales. Al secretario de Hacienda le instalaron Infosel en su oficina. Todo mundo tenía que tenerlo.
Eso sí, era un producto caro.
Mientras tanto, el equipo corría por todo el país rentando espacio en las estaciones de FM. Terminarían construyendo un red inalámbrica de datos de alcance nacional, que transmitía primero vía satélite y de ahí a las estaciones de radio.
Infosel se convirtió en un sinónimo de información financiera. En El Norte aparecía como la fuente de la información en cada vez más y más artículos; la marca se posicionaba rápidamente y simbolizaba modernidad, dinamismo, tecnología.
Viene entonces un segundo capítulo. A principios de los 90s, toman la decisión de ofrecer conexiones a internet. En otros países, las empresas de telefonía habían comenzado a vender este tipo de accesos, pero en México, Telmex no lo tenía como prioridad (lo traería hasta 1996 o 1997, después de adquirir Prodigy).
Infosel se convirtió así en uno de los primeros ISP — Internet Service Providers — en México y de acuerdo con algunos recuentos, para 1997 era la empresa con más clientes conectados en nuestro país.
En 1995 presumen el lanzamiento de una versión en línea de El Norte, así como un portal: Infosel.com. Luego hicieron un concepto aún más innovador: con LINCE, el equipo desarrolló una plataforma de trading que permitía comprar y vender CETES y otros instrumentos de deuda.

Las ventas de Infosel crecerían a unos $12 millones de dólares en 1995. Comenzaba la fiebre de “las punto-com” y en México, Editora El Sol tenía la empresa más importante de este nuevo segmento.
Comenzaron entonces a explorar alternativas. ¿Podría Infosel hacer su propio IPO? Banqueros en Nueva York les habrían aconsejado que mejor buscaran fusionarse con alguna otra empresa: si bien estaba claro su dominio en México, para los mercados sería mucho más atractiva una empresa que tuviera potencial regional.

Aparece entonces Telefónica. La empresa española quería precisamente conquistar el continente americano y para ello, México era clave (junto con Brasil).